Entradas

Mostrando las entradas de julio, 2025

News

Interrumpimos la calma del día para reportar un suceso inesperado: su risa. Sí, esa que estalló sin previo aviso entre tazas de café y murmullos distraídos, y que dejó en el aire una vibración distinta, como si algo importante —aunque invisible— hubiera ocurrido. Vecinos aseguran que el sol pareció asomarse con más ganas después de oírla, y que el tiempo, por un segundo, se detuvo a escuchar. La carcajada fue breve, pero suficiente para causar un leve desajuste en la normalidad. Se detectaron sonrisas espontáneas, suspiros largos y miradas que buscaron sin saber qué. Se desconoce su origen, pero se confirma su impacto: fue ella. Su alegría desordenó la jornada, cambió titulares internos y dejó en el aire la sospecha de que la belleza, a veces, se manifiesta como risa… y se vuelve noticia.

Mi Menilla

 Mi niña hermosa  Un vocho anaranjado  Una mañana con restos de lluvia Un muchacho nervioso y emocionado Una muchacha pálida pero con una sonrisa eterna Un ladrido de perro  Un sentimiento que no reconocía Una luz envuelta en cobijas Eso es lo que recuerdo del día en que llegaste, en el que mi vida también cambió, en el que dejé de ser niño y me convertí en un tío, no olvido esa primera vez que te vi, nunca olvidaré la primera vez que tomaste mi dedo, y no olvido jamás el amor que te tengo y la vida es buena conmigo porque en ella existes tú. Te amo mi niña!!! Y aunque el tiempo ha pasado y hoy ya eres una mujer, para mí seguirás siendo esa luz envuelta en cobijas que me enseñó a amar sin medida.

Se quedo

  Hay algo en mí, sí, algo que llegó sin aviso y que se quedó. Pero no se nota cuando río fuerte, cuando abrazo a los míos, cuando manejo con la música a todo volumen o cuando me dejo querer sin apuros. Sigo siendo el mismo: el que disfruta los pequeños momentos, el que se burla de sí mismo, el que ama con todo. No todo está en su lugar, pero lo que importa sigue firme. Hay días con más sombra, sí, pero también hay luz que se cuela por todos lados. Y mientras pueda seguir riendo, sintiendo, soñando, yo sigo aquí… como si nada, pero más vivo que nunca.

Valor

Te miro desde el camión, mientras en la banqueta barres tus pasos como quien no quiere dejar huella. Yo recojo lo que otros tiran, pero a ti… a ti te quiero juntar con cuidado, como si fueras el pedazo limpio de ciudad que se salvó del olvido. En cada vuelta me digo: “no seas güey, díselo ya”, pero me gana el silencio, como cuando la bolsa está rota y uno la levanta sin hacer ruido pa’ que no se riegue todo. No tengo flores, pero tengo olor a madrugada, a guantes sudados y a chamba bien hecha. Si supieras cómo me brillan los ojos cuando te asomas con tu cafecito al paso del camión. No traigo carrazo, pero mi camión canta, rechina y late, como mi pecho cuando pasas. Si tú quisieras, te recojo cada noche —no como basura, sino como tesoro perdido entre las calles de esta ciudad rota y hermosa.

Antes de que nos olviden

  No alcancé a volver a casa, mamá. El suéter que me tejiste quedó tirado entre los gritos, y mi libreta —la de espiral azul— aún tiene escrito el sueño de convertirme en historiador. No abracé a papá esa mañana, pensé que habría tiempo. No me despedí de mis amigos de la prepa, ni devolví el libro de poesía a Jacob ni a Claudia. El mundo se rompió de golpe cuando las luces se apagaron y el estruendo de las botas no traía auxilio, sino plomo. No veré mi título colgado en la pared, no veré las ofrendas en las islas por el Día de Muertos, no caminaré por la facultad de Filos con mis hijos tomándome de la mano. El futuro me fue arrebatado entre ráfagas. Fui un número de cuenta más en un pase de lista que el gobierno nunca hizo, una voz que creyó en la palabra y encontró la censura escrita en sangre. No caí por error, caí por pensar, por alzar la voz, por creer que México podía ser mejor. Mi cuerpo no volvió, pero aún hay huellas de mi paso en Tlatelolco, y una rabia su...

Receta 1.1

 No encontré un recetario exacto, pero lo intento: tomé una taza de aire, una pizca de valor y revolví despacio con palabras simples. Agregué una cucharada de tus sonrisas, un poco del temblor que me da cuando estás cerca, y puse todo a fuego lento, como se empieza a cocinar el amor: sin prisa, con cuidado. No sé si esto se sirve en taza, en carta o en silencio, pero lo dejo aquí como quien deja un pan tibio sobre la mesa. Me gustas. Y si tú también quieres, podríamos seguir preparándolo juntos… sin recetas, con las manos limpias y el corazón dispuesto.

Lejos

Nos fuimos soltando como se enfría el café olvidado en la mesa, sin discusiones, sin portazos, sólo dejando que los días pasaran. Aún quedan pedacitos de tus risas flotando en el aire tibio de esas tardes de verano, como si el calor guardara un eco de lo que fuimos. Si este adiós llega en una esquina cualquiera, que sea en una de esas por donde reímos tanto. Donde la ciudad nos vio tomados de la mano, sin saber que un día pasaríamos por ahí sin mirarnos. Tal vez entonces, al cruzarnos, nuestras sombras se reconozcan antes que nosotros.

Cómo se contempla una hoguera

 No sabías cómo mirarme.   Te descubriste lentamente, como quien no quiere ser vista del todo,   pero no me quitabas los ojos de encima,   esperando, tal vez, que mi rostro dijera lo que tus inseguridades temían escuchar. Pero no sabías lo que yo ya sentía por dentro.   Mi deseo no se arrastraba con pereza, no se encendía a medias.   Estaba ardiendo.   Desde antes de que bajaras el tirante, desde antes de que ese último pedazo de tela cayera al suelo. Y entonces te vi.   Toda tú. Tus caderas…   La manera en que se abrían ante la mirada,   como una promesa indecente, como una invitación antigua,   como un altar de fuego donde todo hombre quisiera perderse.   Y esas piernas tuyas, firmes, largas, llenas de historia y de fuerza,   como columnas vivas que sostenían no sólo tu cuerpo,   sino el peso del deseo que me lanzaste con solo estar de pie frente a mí. Tu vientre, tus pechos, tu piel,   todo era hermoso, sí. ...