Todo el año

 En el frío del invierno nos buscábamos las manos, como si el temblor fuera sólo una excusa para quedarnos; la primavera nos sorprendía con besos recién nacidos, pasión en flores abiertas, promesas dichas sin sonido; después el verano ardía en risas sin relojes ni temor, piel salada, miradas largas, futuro escrito con sudor; y al llegar el otoño, entre hojas y silencios nuestros, hablábamos de despedidas sin pronunciar nunca el adiós. Así gira el año y giramos nosotros, volviendo al mismo lugar: al banco donde el frío empieza, donde la flor vuelve a brotar. No sabemos qué decide el tiempo ni qué rumbo el destino da, sólo que en cada estación se aprende a querer y a soltar. Invierno, primavera, verano y otoño vuelven a pasar, y entre pasos que se alejan, siempre acabamos por regresar al punto exacto del recuerdo donde aún vive ese amor: dos almas que se buscaron, sin saber quiénes serán hoy.

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