Afueras

Nos encontramos como se cruzan dos trayectorias improbables en la vastedad del cosmos: por una ecuación secreta hecha de latidos y azar, mientras las estrellas nos miraban aprender a nombrarnos luz. Éramos fuego suspendido entre lunas, una constelación recién dibujada sobre la piel, orbitando la pasión con la inocencia de quienes creen que el infinito cabe en dos manos enlazadas. Cada beso parecía alterar la gravedad del mundo, doblar el tiempo, encender supernovas íntimas donde el amor sincero y desbordado latía como una galaxia recién nacida.

Ahora somos fragmentos flotando en el recuerdo, polvo de estrellas disperso por la memoria del universo que fuimos. Nuestras lunas ya no se buscan, nuestras constelaciones se han difuminado en nombres que el cielo apenas recuerda, pero la matemática imposible de aquel encuentro sigue vibrando en la vastedad: dos almas que coincidieron una vez y dejaron, como eco de luz, una estela eterna hecha de nostalgia, pasión extinguida y amor convertido en ceniza brillante sobre la noche infinita.

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