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Hay cosas que no se dicen, pero se sienten cuando la distancia desaparece. Cuando te tomo de la mano, no es sólo un gesto: es quedarme, es decirte sin ruido que este instante también me pertenece contigo. Cuando te miro a los ojos y sonrío, es porque te reconozco más allá de lo que muestras, porque te veo incluso en lo que callas. Cuando apoyo mi cabeza en tu hombro, dejo ahí el peso del día y confío en ese lugar que siempre sabe sostenerme. Cuando camino a tu lado y acompaso mi paso al tuyo, entiendo que no se trata de avanzar, sino de hacerlo juntos, sin empujar el tiempo. Y cuando nuestras miradas se encuentran y se quedan, desnudas de prisa y de palabras, sé que no necesitamos decir nada, porque en ese silencio, mirándonos, ya nos hemos dicho todo.

Laureada

Ella podría haber sido escrita por una voz que conoce el temblor de la piel, porque su cuello es un verso que se lee con los labios y su espalda se ofrece lenta, como un poema que pide ser recorrido sin prisa, con la respiración cerca. Habita sus cuarenta con la elegancia de quien ya sabe provocar. Su piel no presume: convoca, sus pechos guardan la pausa exacta donde la mirada aprende a quedarse, y su vientre —tibio, vivo— late como esos versos que hablan del deseo desde la sombra y el pulso. Su sensualidad no grita: atrae, se desliza en la forma en que camina, en cómo se deja mirar sabiendo que su cuerpo es perfecto a mis ojos. Cada curva responde al tacto imaginado, a la cercanía que aún no ocurre pero ya arde. Y su corazón —ese corazón único— late hondo, profundo, como la poesía que nace del cuerpo y de la tierra. Amarla es aprender que hay mujeres que no se desean sólo con el cuerpo, sino con la palabra, con la espera, con el hambre dulce de volver a leerlas.

Pensándonos

No sé qué nos ha pasado. Las pláticas se detienen, las miradas se pierden y esos latidos ya no están al mismo ritmo. Será que los tiempos cambian, será que los sentimientos evolucionan, o será que tú y yo ya no somos las mismas personas. Solo me lo pregunto para mí mismo. No tengo la intención de que tú me digas lo mismo. Si te pregunto, tengo miedo a la respuesta; y si me respondes, tengo miedo a lo que venga. Vamos a vernos nuevamente con esos ojos inocentes que parecen que no nos conocemos. Vamos a sentirnos de nuevo, esperando que el mundo amanezca otra vez. Vamos a tenernos, como siempre debió haber sido. Vamos a hacer uno, vamos a hacer un mismo latido.

Justo hoy

Los días nublados se parecen a este amor que camina despacio, con el viento de frente, levantando polvo de dudas como en las tardes largas de avenida mojada. Hay miradas que son nubes bajas cargadas de silencios, palabras que caen finitas como llovizna sobre el parabrisas del alma, y otras que se sueltan de golpe, lluvia fuerte golpeando techos de lámina, recordándonos que el cariño también cala cuando no encuentra dónde guarecerse. Entre el olor a tierra mojada y el café que se enfría en la mesa, seguimos ahí, agarrados de la misma esperanza, aprendiendo a querer incluso cuando el cielo se nos viene encima. A veces el granizo cae sin avisar, piedritas heladas golpeando la paciencia, marcando moretones invisibles en lo que sentimos, pero el amor resiste como esas flores tercas que brotan en las banquetas rotas. Caminamos bajo el mismo paraguas, cruzando juntos el aguacero, sabiendo que no todo es sol ni calma eterna, pero que aun en medio de la tormenta hay belleza en avanzar lado a la...

Caldo a dos fuegos

1. Preparar el mandil Lava las miradas como cilantro fresco y deja la carne del deseo a temperatura ambiente: todo se enciende mejor cuando está listo para el tacto. 2. Picar para el molcajete Muele nervios e inseguridades hasta volverlos polvo, dejando sólo la textura suave de la confianza sobre la piedra compartida. 3. Sofrito en cazuela Dora paciencia y curiosidad en aceite tibio, mezclando palabras dulces hasta que el aroma de la cercanía empiece a soltar vapor. 4. Integrar al caldo Incorpora los cuerpos-ingredientes al hervor, moviendo con cuchara de madera para que se encuentren sin romper sus formas. 5. Sazonar al gusto Agrega sal de caricia medida, chile de atrevimiento tenue y hierbas de improvisación, ajustando cada nota al paladar de ambos fuegos. 6. Dejar a fuego lento Permite que burbujee sin prisa, cuidando el punto exacto donde la pasión espesa el caldo sin dejarlo rebasar. 7. Reposar y servir en barro Apaga la lumbre, deja asentar los sabores, y sirve caliente en platos...

Afueras

Nos encontramos como se cruzan dos trayectorias improbables en la vastedad del cosmos: por una ecuación secreta hecha de latidos y azar, mientras las estrellas nos miraban aprender a nombrarnos luz. Éramos fuego suspendido entre lunas, una constelación recién dibujada sobre la piel, orbitando la pasión con la inocencia de quienes creen que el infinito cabe en dos manos enlazadas. Cada beso parecía alterar la gravedad del mundo, doblar el tiempo, encender supernovas íntimas donde el amor sincero y desbordado latía como una galaxia recién nacida. Ahora somos fragmentos flotando en el recuerdo, polvo de estrellas disperso por la memoria del universo que fuimos. Nuestras lunas ya no se buscan, nuestras constelaciones se han difuminado en nombres que el cielo apenas recuerda, pero la matemática imposible de aquel encuentro sigue vibrando en la vastedad: dos almas que coincidieron una vez y dejaron, como eco de luz, una estela eterna hecha de nostalgia, pasión extinguida y amor convertido en...

Otras memorias

La miro como quien contempla una obra que se completa en capas: su piel tatuada no grita, susurra memorias, pequeñas marcas del camino que ha recorrido, mientras su estilo alternativo acompaña con discreción la fuerza que habita en su mirada. No es la tinta lo que me enamora por sí sola, sino la manera en que dialoga con sus pensamientos, cómo cada trazo parece guardar una experiencia y, al mismo tiempo, le da forma a esa sensibilidad particular con la que observa el mundo. En ella, lo externo no eclipsa lo interno; al contrario, lo revela, como un mapa sutil donde la belleza física se vuelve extensión natural de su profundidad emocional. Y cada vez que la veo regresa el asombro completo: me atrae su presencia tatuada como testimonio de vida, pero me atrapa aún más la luz tranquila de sus ojos, esa forma única de pensar y sentir que transforma cualquier gesto en una declaración de autenticidad. Me enamora la armonía entre su historia escrita en la piel y su voz interior, porque en la u...